Mauricio Orozco
La vejez es la etapa de plenitud, donde se disfruta lo cosechado, lo vivido se recrea una y otra vez en la memoria, las imágenes van, vienen y forman parte de los recuerdos. Para bien o para mal, la experiencia ha dado sus frutos, y justo ahora una idea empieza a rondar en nuestra cabeza: la muerte.
¿Estamos preparados para enfrentarla, para esperarla? ¿Y cómo: acompañados, solos, enfermos, satisfechos, nostálgicos, tristes? ¿Alguien estará al lado para tomar la mano, o pasarla por la cabeza en un gesto de “te queremos” o “ no estás solo”? Alguien que simplemente dirija una mirada para decir “termina tu vida en paz”.
Estas son parte de las reflexiones que surgen con la lectura de La soledad de los moribundos (FCE, 2009), del sociólogo alemán Norbert Elias (1897-1990), uno de los pensadores más importantes del siglo XX.
Elias nos lleva a través de la historia para conocer cómo las sociedades han visto, sentido y vivido la muerte. Las ideas y ritos comunes une a los hombres; las ideas y ritos diferentes separan a los grupos porque la muerte y los rituales que la rodean forman también parte de la socialización de los pueblos.
La vida concluye con un certificado de defunción, en una lápida, la vida convertida en polvo tiene como última morada la urna. Una muerte rápida. Pero también están aquellos que van muriendo poco a poco debido a las enfermedades, al abandono, lo más duro es el tácito aislamiento de los seniles y moribundos de la comunidad de los vivos, nos dice el autor en una de sus páginas…y con razón.
Acudir a esta lectura nos permitirá entender a la muerte como la conclusión de la vida y que más que asustarnos necesitamos pensar cómo podemos llegar a una vejez digna, sin miedos ni dependencias, más ahora que la esperanza de vida se ha alargado.VIS