Antonio Ávila
Los calificativos de descarada, desvergonzada, decididamente shameless, son perfectos para la serie británica, ganadora de un premio BAFTA (British Academy of Film and Television Arts Awards), que ahora llega en versión norteamericana.
William H. Macy, un acto de gran trayectoria y nominado al Oscar y ganador del Emmy y Film Independent Spirit Awards, encarna a Frank, el patriarca alcohólico de una familia, a la que el término “disfuncional” le queda corto.
En el remake, que respeta el espíritu del original, la trama abandona la ciudad británica industrial de Manchester para tomar las calles de Chicago, concretamente de un barrio de clase trabajadora.
Todo comienza cuando Frank es abandonado por su esposa, que lo deja por una mujer. A su cargo quedan los seis hijos de la familia; pero eso es un decir, pues Frank no es justamente lo que se dice un “padre ejemplar”.
Alcohólico, irresponsable, bígamo, egoísta y sin un trabajo estable, pasa mucho tiempo fuera de casa entretenido en tareas tan poco constructivas como atípicas.
Sus hijos tienen que aprender a ser sus propios padres. Fiona (Emmy Rossum) es la hija mayor y tiene que lidiar con los problemas, los de la casa y los de sus hermanos Lip, Ian, Carl, Debbie y Liam, un bebé negro.
El hombre de la responsabilidad en el proyecto es John Wells, quien adquirió los derechos para la versión norteamericana incluso antes de que el primer episodio de la serie original, creada por Paul Abbott, se difundiera por la televisión inglesa.
Hay que verla… VIS