EL SUEÑO DE VARGAS LLOSA, LA FELICIDAD

EL SUEÑO DE VARGAS LLOSA, LA FELICIDAD

Mauricio Orozco

Los mexicanos tuvimos la fortuna de haber acogido en los primeros días de marzo al laureado escritor peruano Mario Vargas Llosa, quien trajo no solo su aura de Premio Nobel de Literatura 2010 sino también una serie de reflexiones que vale la pena repasar, sobre todo en cuanto a la felicidad y las posibilidades que abre la lectura.

El autor de El sueño del celta (Alfaguara, 2010) convocó a estudiantes de la Universidad Autónoma Metropolitana a encontrar la verdadera vocación para tener una vida feliz y no buscar una profesión solo por intereses económicos, porque eso conduce directo al fracaso.

La vocación y la felicidad son temas que Vargas Llosa ha abordado en varias ocasiones, una de ellas momentos después de recibir la noticia de que había sido galardonado con el Premio Nobel de Literatura, que lo pescó en su departamento de Nueva York.

El escritor no se lo creía y se dio 14 minutos para recibir la confirmación de que había ganado el premio más anhelado por los  autores del mundo. En ese pequeño lapso, Vargas Llosa pensó “en el tío Lucho, que, en ese año feliz que pasé en su casa de Piura, el último del colegio, escribiendo artículos, cuentecitos y poemas que publicaba a veces en La Industria, me animaba incansablemente a perseverar y ser un escritor, porque, acaso hablando de sí mismo, me aseguraba que no seguir la propia vocación es traicionarse y condenarse a la infelicidad.”

A sus casi 75 años y pletórico por tantos homenajes recibidos, Vargas Llosa dice que “la felicidad es algo que vivimos por momentos, como si fuera un contraste con una vida que en su mayoría está hecha de considerable infelicidad y de rutina”.

El autor de Conversaciones en la catedral asegura que “una de las mejores defensas que tenemos en contra de la infelicidad es realizar aquello que nos gusta; creo que si dedicamos nuestra vida a hacer algo que responde íntimamente a nuestra vocación, estaremos mejor vacunándonos contra la infelicidad”. 

Un ejemplo de esto, es él mismo: “Yo he tenido el privilegio extraordinario de poder dedicar la mayor parte de mi vida a hacer aquello que me gusta, lo cual no significa que no me cuesta trabajo hacerlo, que no me dé dolores de cabeza o que me cause frustraciones”.    

Por ello, dijo, “escribir, inventar historias, crear personajes es una manera en la cual me realizo, desahogo un apetito o una inclinación muy profunda”.

Pero también recomienda, con la autoridad que le da no solo su larga experiencia sino también su amor por la literatura, inducir a los niños a la práctica de la lectura, pues esta “nos enseña que los nacionalismos, la supremacía de raza o religión, son falacias, son mentiras; acercarse a la literatura permite crear naciones libres y democráticas e impide que las instituciones se apolillen»,

La buena lectura crea ciudadanos felices, capaces y críticos, necesarios para la sociedad, asegura este hombre que derrama, además de tinta, felicidad por todos sus poros.  VIS